viernes, 6 de enero de 2012

La esclavitud psicológica


La esclavitud psicológica destruye la convivencia. Depender psicológicamente de alguien es esclavitud. Si nuestra manera de pensar, sentir y obrar, depende de la manera de pensar, sentir y obrar de aquellas personas que conviven con nosotros, entonces estamos esclavizados.
Constantemente recibimos cartas de muchas gentes deseosas de disolver el yo, pero se quejan de la mujer, de los hijos, del hermano, de la familia, del marido, del patrón, etc. Esas gentes exigen condiciones para disolver el yo, quieren comodidades para aniquilar el ego, reclaman magnífica conducta de aquellos que con ellos conviven.
Lo más chistoso de todo esto es que esas pobres gentes buscan diversas evasivas, quieren huir, abandonar su hogar, su trabajo, etc., dizque para realizarse a fondo.
Pobres gentes..., sus adorados tormentos son sus amos, naturalmente. Estas gentes no han aprendido a ser libres, su conducta depende de la conducta ajena.
Si queremos seguir la senda de la castidad y aspiramos a que primero la mujer sea casta, entonces estamos fracasados. Si queremos dejar de ser borrachos pero nos apenamos cuando nos ofrecen la copa por aquello del qué dirán, o porque se puedan enojar nuestros amigos, entonces jamás dejaremos de ser borrachos.
Si queremos dejar de ser corajudos, irascibles, iracundos, furiosos, pero como primera condición exigimos que aquellos que conviven con nosotros sean dulces y serenos y que no hagan nada que nos moleste, entonces sí estamos bien fracasados porque ellos no son santos y en cualquier momento acabarán con nuestras buenas intenciones.
Si queremos disolver el yo necesitamos ser libres. Quien dependa de la conducta ajena no podrá disolver el yo. Nuestra conducta debe ser propia y no debe depender de nadie. Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, deben fluir independientemente desde adentro hacia afuera.
Las peores dificultades nos ofrecen las mejores oportunidades. En el pasado existieron sabios rodeados de toda clase de comodidades y sin dificultades de ninguna especie. Esos sabios, queriendo aniquilar el yo, tuvieron que crearse a sí mismos situaciones difíciles.
En las situaciones difíciles tenemos oportunidades formidables para estudiar nuestros impulsos internos y externos, nuestros pensamientos, sentimientos, acciones, nuestras reacciones, voliciones, etc.
La convivencia es un espejo de cuerpo entero donde podemos vernos tal como somos y no como aparentemente somos. Es una maravilla la convivencia, si estamos bien atentos, podemos descubrir a cada instante nuestros más secretos defectos, ellos afloran, saltan fuera cuando menos lo esperamos.

Samael Aun Weor


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